Formas del contrato laboral.

El clima laboral es, de una manera u otra, la expresión del estado en que se halla el contrato laboral en todas sus formas.

¿Alguna vez sintió, al entrar a la casa de alguien, que ésta tenía un olor característico? ¿Se percató de que, pasado un tiempo, se volvía difícil seguir sintiéndolo? Sin embargo, con sólo irse y volver, seguro que ya pudo volver a identificarlo. Lo mismo sucede con las organizaciones. Se ingresa a ellas y se nota algo, se lo respira. Con el tiempo, esa percepción se va disipando, a medida que se produce la integración y la identificación con las formas de ser y hacer de la organización. De a poco, como para el pez el agua, lo que antes era visible se vuelve “transparente” para quien está en el hábitat.
A este fenómeno lo llamamos clima organizacional. Muchas consultoras prometen medirlo pero lo que nos devuelven es una interpretación de lo que ellos llaman “clima”, para lo cual crean un instrumento que filtra la realidad de acuerdo con su propia construcción.

Y a pesar de los diferentes enfoques, nadie discutiría que el clima es – de una manera u otra – la expresión del estado en que se halla el contrato laboral en todas sus formas. ¿A qué nos referimos por “contrato”? No sólo a lo que legisladores escriben y tachan en largos articulados y que instala un sistema de obligaciones y derechos que se puede dirimir en los tribunales.

El contrato implica mucho más: refiere a las formas en que se trata a los demás y se es tratado; si se admite o no la toxicidad del maltrato; qué cabida se da a las demandas de bienestar, calidad de vida y salud psíquica; las relaciones jerárquicas; la posibilidad de expresión creativa individual y, no menor, la sensación de estar haciendo un trabajo a la altura de la capacidad que se tiene.

Implica, así, un cúmulo de contratos que podríamos llamar psicológico, social, legal, ciudadano etc. Incluye, a su vez, los contratos entre todos los stakeholders : accionistas, empleados, directivos, comunidad, Estado y clientes, que forman un entramado complejo. La evolución de los contratos se expresa hoy en un concepto nuevo llamado I-deals , un hallazgo realizado por Dennise Rousseau, investigadora del “contrato psicológico”.

Se trata de contratos i-diosincráticos: contratos “uno a uno”, como los de las estrellas del deporte y del espectáculo, en que se exigen condiciones especiales – ideales –, que pueden pasar por el horario y los ritmos de trabajo, las condiciones de desarrollo y la remuneración.

Ponen en jaque a Recursos Humanos, ya que muchas veces generan inequidades que deben ser administradas.

Estas formas, que aparecen paulatinamente, desde las sombras, se unen a los “Valleys” en nuestro país. Inspirados en la idea que se plasmó en el Silicon Valley, donde se forjaron condiciones para nuclear talento, en nuestro país se está formando una red experimental de este tipo.

Se trata de desconcentrar el empleo de las urbes que asfixian y – comunicaciones mediante – oxigenarlo en nuevas formas de organización industrial. Sin embargo, como contrapartida de este mundo de ensueño, todavía persiste el empleo en negro, el subempleo y la explotación de inmigrantes, niños y mujeres, prácticas que requieren enormes esfuerzos para su definitiva erradicación.

El contrato, cada vez más fluido – o líquido si se quiere – se encuentra en ebullición. Esto afecta de forma determinante al clima organizacional e impone a las áreas de conducción y de RR. HH. rediseñar las formas del trabajo.

FUENTE: IEco

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