Santander contratará menos empleados.

El banco compensará los mayores costos por subas salariales con una menor expansión de su plantilla; críticas por la alta inflación.

SANTANDER.- Tras suscribir el último acuerdo de paritarias del sector, con un reajuste promedio del 29 por ciento en los salarios, el Banco Santander-Río rearmó su modelo de negocios. Y para no afectar su expansión y correr el riesgo de quedar rezagado en un mercado en el que varios de sus competidores anunciaron ambiciosos planes de aperturas, optó por compensar esa erogación (superior a la presupuestada) con productividad.

¿Qué significa? 
Lo contesta Enrique Cristofani, presidente de la entidad: "No tomaremos a unas 200 personas que teníamos previstas como necesarias". El banco, que tomó el liderazgo del mercado local entre los privados en los últimos años, mantiene un proceso de expansión que adquirió nuevo impulso en octubre de 2010 y, en unos 20 meses, le permitirá sumar 51 nuevas sucursales a su red comercial (la expansión será del 20 por ciento).

Este crecimiento, que incluye el próximo y simbólico desembarco en la zona de Laferrère (partido de La Matanza) con una sucursal, una oficina de Rapipago (firma propiedad del banco) y nueve cajeros automáticos, lo obliga a demandar personal, ya que cada apertura supone la generación de ocho empleos, según explica.

De allí que su previsión es terminar el año, que comenzó con una dotación de unos 6150 empleados, en torno a los 6500. Pero la demanda potencial de mano de obra era mayor y quedó para otro momento porque el banco decidió no tomar más gente en áreas centrales. "Compensaremos con mayor productividad, pago de horas extras, etcétera. No hay magia", refiere Cristofani, antes de aclarar que los salarios ya suponen el 60% de los costos operativos directos del banco. "Si se suman los indirectos, como el impacto que tienen los de los transportadores de caudales y otras actividades anexas, esa cifra sube al 80%", detalla.

El banquero es enfático a la hora de adjudicarle este recorte potencial al fracaso que vivieron en la paritaria al intentar incluir cláusulas de ajuste salarial por productividad.

Pero no desconoce que el aumento de costos es una de las consecuencias indeseadas de una persistente y elevada inflación. "Es el principal problema del país. Si se atacara, el país está en condiciones de recibir un aluvión de inversiones", dijo por la mañana, en un encuentro con periodistas argentinos previo a la primera sesión del X Seminario sobre América latina que organizó aquí el Banco Santander.

La madre de todos los males
Unas horas después, su jefe directo, Francisco Luzón ("Paco", director general de la División América del banco), lo avalaría contundentemente. "Una inflación alta lo destruye todo. Significa tasas de interés elevadas; erosiona la posibilidad de ahorro en moneda local y, por lo mismo, limita la tasa de inversión en la economía real. Además, crea ilusiones al favorecer altos crecimientos en términos nominales que pueden derivar en burbujas. No se trata de entrar en polémicas con nadie; sólo decimos que es el gran reto que tiene por adelante la Argentina", dijo, en respuesta a una consulta de LA NACION sobre las barreras para una mayor bancarización en el país.

Sin embargo, ambos banqueros son muy optimistas respecto del futuro a mediano plazo. Incluso Luzón sostiene que la Argentina tiene aún unos dos años para impedir que las inconsistencias que empieza a mostrar su economía puedan ahogar su actual proceso de crecimiento. "Están ante una oportunidad concreta de sentar las bases de un proceso de crecimiento sólido, reequilibrando lo que llaman el «modelo». Tienen margen; ojalá lo sepan utilizar", dice quien lanzó ayer aquí un llamado a una "alianza entre el sector público y el privado para que toda América latina se lance a un proceso de bancarización responsable, que funcione como una palanca para un desarrollo sostenible de la región (ver aparte).

FUENTE: IEco

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