Dormir bien para rendir mejor.

Dicen que para mantener un equilibrio vital hay que dedicar ocho horas a trabajar, ocho a disfrutar y ocho a descansar. Por desgracia, esa proporción difícilmente se cumple. Lo peor es que para compensar la balanza y cumplir con las obligaciones (que también lo son) de nuestro tiempo libre, la mayoría de nosotros escamotea horas de sueño, creyendo que recortar tiempo de descanso no tiene más consecuencias que un poco más de sueño al día siguiente.

Pues bien: nada más falso. La falta de sueño incide directamente en nuestra salud. Durante la noche, el cuerpo no sólo descansa, sino que se prepara para el día siguiente. El cerebro procesa lo que ha aprendido y organiza y almacena recuerdos. El sistema inmunitario desarrolla células para combatir agentes infecciosos. El cuerpo de los adultos produce hormonas de crecimiento para reparar los tejidos dañados y, lo más importante, trabaja para reducir los efectos del estrés que hemos sufrido durante el día y se prepara para combatir el que nos espera.

Nuestra calidad de vida depende en gran medida de la calidad de nuestro sueño.
La falta de descanso nocturno genera dolores de espalda, insomnio crónico, somnolencia diurna, gastroenteritis, hipertensión y cardiopatías. En el ámbito laboral, dormir mal influye en la calidad del trabajo, en la capacidad de tomar decisiones y en la retención de información. Además, el sueño tiene una incidencia directa en el humor, por lo que la falta de descanso suele venir acompañada de irritabilidad y hostilidad.

Los trastornos del sueño constituyen en la actualidad, un problema de salud pública en general y laboral en particular, como consecuencia de sus manifestaciones clínicas, principalmente la hipersomnolencia diurna y sus efectos en la atención y concentración. Aunque todo el mundo conoce la importancia de dormir bien, la mayoría de nosotros no tiene el sueño como una de sus prioridades. Todo viene antes en la lista: el trabajo, la familia, los amigos, el ocio, la televisión. Estiramos al máximo el tiempo de vigilia y desoímos lo que nos pide el cuerpo en materia de sueño.

Por lo general, un adulto necesita en torno a ocho horas de sueño diarias. Hay quien necesita más y quien se encuentra perfectamente descansado con menos. Eso sí: tan importante como el número de horas es la calidad del sueño. El estrés, los malos hábitos y los cambios de horario son la causa de la mayoría de trastornos relacionados con el sueño, que pueden combatirse con unos sencillos consejos:

- Crear un ambiente propicio:
una habitación confortable, con un buen colchón (los expertos aconsejan cambiarlo cada 10 años), tanta oscuridad como sea posible (persianas cerradas y fuera aparatos electrónicos con pilotos de luz), temperatura templada y mucho silencio.

- Reservar la cama para dormir y para las relaciones sexuales (son un buen somnífero).
No es aconsejable ver la televisión, comer, estudiar, trabajar o escuchar la radio en el lecho. Si te cuesta conciliar el sueño es importante que empieces por asociar la cama con un lugar en el que se duerme y no con un espacio polivalente.

- Llevar una vida regular: trata de acostarte y levantarte siempre a la misma hora (también los fines de semana), evita el alcohol y las bebidas excitantes como el café o la coca-cola a partir de media tarde, no cenes tarde y hazlo de forma moderada y realiza algún tipo de ejercicio físico, aunque mejor si no es inmediatamente antes de acostarte.

- Si tu trabajo implica dormir fuera algunas noches y eso afecta tus patrones de sueño, trata de crearte una rutina para dormir, una serie de acciones que te induzcan a relajarte y a conciliar el sueño allí donde estés: cerrar las cortinas, ducharte, poner el despertador, leer un rato. Algo que recuerde tu mente asocie al sueño y que prepare tu cuerpo que para el descanso que se avecina.

FUENTE: Builder Career

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