El aumento del precio del dólar llega a las góndolas: a pura remarcación, la nueva tanda de aumentos ronda el 10%.

Las empresas habían advertido que en la inflación del mes pasado aún no se reflejaba el impacto pleno de la suba del dólar. Y que recién en junio empezaría a verse el verdadero efecto del "contagio a precios". Los supermercados recibieron el viernes nuevas listas con remarcaciones de sus proveedores.

En algún momento tenía que empezar a pasar. Las devaluaciones no son gratuitas, sobre todo en la Argentina. El contagio a los precios suele ser rápido. Y es lo que ya ocurre.


Antes de que empezara el fin de semana, las principales cadenas de supermercados recibieron mails con nuevas listas de precios. Hay aumentos que, en su mayoría, van de 7% al 10% en los principales rubros. Aunque hay casos de incrementos de hasta 18%, como sucede con los importados.

Las fábricas y comercializadoras de alimentos y productos de limpieza justificaron las remarcaciones por la suba del dólar. Pero estos ajustes no responden a la escalada de la última semana. Estos incrementos toman en cuenta parte de la corrida del mes pasado.

Durante mayo, el tipo de cambio pasó de $20,80 a $25,40. Esa suba -del 22% en un solo mes- no había tenido su traspaso pleno a los demás precios de la economía.

El propio Federico Sturzenegger lo había contemplado, cuando en una de sus últimas apariciones públicas como jefe del Banco Central, manifestó que la inflación de mayo sería "bastante menor" a la de abril. Pero que esperaba un rebrote para junio.

En efecto, el Indec acaba de publicar un índice de "apenas" 2,1% para mayo. Y aunque los alimentos registraron un avance superior -de 3,3%-, ese registro tuvo que ver más que nada con la propia dinámica inflacionaria y no tanto con la primera ola devaluatoria.

La realidad es que la fuerza del contagio a los precios apareció ahora. La intransigencia de los fabricantes e importadores provocó, incluso, que alguno de las grandes supermercados devolviera la mercadería en medio de la entrega, argumentando que no podían convalidar semejantes aumentos.

En concreto, la ola de incrementos incluyó a las principales empresa del sector. Molinos, por ejemplo, anunció un ajuste general del 7% a partir de este mismo lunes.

Los aumentos incluyen a cientos de sus productos, todos protagonistas de la mesa familiar. Molinos elabora desde fideos y aceites (distintas categorías y calidades) hasta harinas. También es muy fuerte en arroz y congelados.

No es común que los aumentos se produzcan al mismo tiempo. Las fábricas suelen administrarlos de acuerdo a distintas variables (necesidad de liquidar stocks o promocionar determinados productos, por ejemplo). Pero esta vez hubo un giro de la estrategia. Y remarcaron todos los ítems en simultáneo.

Molinos no fue la única empresa líder en ajustar. Ocurre que es la más relevante por la llegada de sus productos. En el rubro de las golosinas, la multinacional Nestlé hizo lo propio. Allí se anunciaron incrementos de 8,5% promedio.

Ocurrió lo mismo con el café. Con la salvedad del segmento de las cápsulas, que llegaron con ajustes de hasta 18%. Ese movimiento estuvo vinculado íntegramente con la devaluación, ya que se trata de un producto importado. Pero también fue rechazado por algunas cadenas comerciales.

Los aceites de mesa se encarecieron otro 7% en las últimas horas. Ya habían subido 10% promedio hace un par de semanas. Y habían sido incrementados un 6% adicional promedio el mes pasado.

En esta puja no hay "buenos y malos" sino simples estrategias comerciales: algunos aumentos no son autorizados por los supermercados por el simple hecho de que rompen su ecuación de rentabilidad.

Al punto de que prefieren quedarse sin esos productos en sus góndolas antes que ofrecerlos a valores que podrían provocar enojo en sus clientes, que por lo general no discriminan de quién es la responsabilidad de los ajustes. O bien, que obligaría a comercializarlos con un margen de ganancia más pequeño que el deseado.

Las remarcaciones en el inicio del fin de semana incluyeron al rubro "bebidas no alcohólicas", con un amplio registro de entre 5% y 10%, dependiendo de las marcas y del volumen del envase.

También hubo saltos en los congelados, de entre 9% y 10%. Se trata de un rubro muy castigado en los últimos meses. Ya no sólo por la disparada del tipo de cambio sino también por las subas en las tarifas de electricidad y en los fletes refrigerados.

En otras categorías, también se anotaron alzas de 7% promedio en las conservas, que incluyen a distintos contenidos (pescados, frutas y legumbres). Dentro de este rubro, las latas de atún encabezaron los ajustes: 40% de incremento promedio en los últimos 30 días.

Fuera de la canasta básica alimentaria, los productos de limpieza registraron este fin de semana alzas adicionales del 7% promedio.

Desde los supermercados aseguran que estos aumentos se irán trasladando de a poco. La estrategia que siguen las cadenas es mirarse unas a otras y definir los ajustes de acuerdo a lo que van haciendo las líderes. En un mercado híper competitivo y con facturación real a la baja por la caída del consumo masivo, los gerentes comerciales tienen el desafío de no perder clientes.

Sin gradualismo en las góndolas
En medio de las tensiones cambiarias y la extrema volatilidad del mercado, el Gobierno tiene como objetivo central estabilizar el precio del dólar.

Justo cuando habían comenzado las negociaciones con los proveedores de alimentos -y también de otros rubros, como la siderurgia- por los precios a la salida de fábrica de los productos, esta segunda ronda devaluatoria vino a sobresaltar un mercado que ya venía alterado.

El billete verde, que para el Banco Central ya tenía un valor exagerado cuando llegó a los $25, volvió a sorprender esta última semana.

Lo que parece claro es que aun cuando los formadores de precios no habían digerido aquella primera suba (de $20 a $25), esta nueva escalada (a casi $29) le pondrá una presión adicional a los alimentos y de los demás productos que yacen en las góndolas de los súper.

De hecho, los economistas -tanto dentro como fuera del Gobierno-, asumen que en junio y julio se verán altos índices, porque recién ahí se verá con plenitud el impacto devaluatorio.

La pregunta que recorre las oficinas centrales de los comerciantes no tiene respuesta: hasta dónde podrán convalidarse incrementos de precios como los que acaban de anunciarse.

Por lo bajo, los empresarios -sean fabricantes o comerciantes- destacan que a los actuales niveles salariales habrá un ajuste adicional en los bolsillos de los consumidores. Y admiten que no quieren quedar descolocados en medio de las turbulencias.

"La situación es muy compleja: no podemos quedar desprotegidos en medio de la constante suba del dólar y, a la vez, no podemos correr el riesgo de perder clientes trasladando los mayores precios de manera automática. Es muy difícil recuperarlos; todavía padecemos por los que se fueron a los mayoristas", sintetiza una gerente comercial de uno de los supermercados líderes.

Por lo pronto, la única estrategia defensiva que pusieron en marcha esas cadenas fue la de rechazar incrementos superiores a la media. Por lo explicado más arriba, prefieren vender menos o que se note un vacío en una góndola antes de quedar mal parados frente a la clientela.

En tanto, las consultoras recalculan sus previsiones de inflación al alza. Elypsis estimó que en junio el IPC trepará al 2,8% por los ajustes de las tarifas y de las prepagas. Pero así como Elypsis, el resto de las consultoras sigue sin incorporar a sus predicciones el salto del dólar.

Justamente, esta devaluación es, hoy por hoy, la principal protagonista de la presión inflacionaria.

Las consecuencias políticas de esta realidad emergerá la próxima semana cuando la CGT, con el respaldo de los principales gremios, incluyendo el crucial apoyo del transporte, paralice el país. Será la queja más contundente contra la pérdida del poder adquisitivo de los salarios.

En principio, no parece factible que la situación de malhumor y protesta social pueda descomprimirse fácilmente. Aun cuando el Gobierno planteó la recuperación salarial de cinco puntos porcentuales, todo parece escaso ante el ritmo de los aumentos.

A juicio de los fabricantes y también de los comerciantes, lo peor en materia de precios y de caída del consumo todavía está por verse.

Nadie se anima a ponerle cifras a esa dinámica. La prudencia se entiende. En medio de la agitación cambiaria, donde ni siquiera el renovado Banco Central se atreve a arriesgar números al actual escenario, los empresarios no quieren involucrarse más allá de la cuenta.

Ya habrá tiempo para definir nuevas estrategias. Antes del fin de semana, varios de ellos asumieron un compromiso pocas veces visto entre competidores: mantener los teléfonos abiertos ante cualquier novedad. Nadie quiere quedar descolocado ante lo que un gerente supermercadista denominó "listas de precios en constante movimiento, cada vez más agresivas".

Fuente: Iprofesional.com

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