A pocos días de la asunción de Cristina, el líder camionero ya dejó en claro que "quiere su pedazo" de poder. Siente que parte del triunfo es suyo, tras encolumnar a los trabajadores a votar por el oficialismo. Pasó factura por haber ayudado cuando "las papas quemaban" con el campo. ¿Cómo sigue?.
No pasó una semana desde la reasunción de Cristina Kirchner y ya se comprueba lo que muchos sospechaban: que el hecho de haber triunfado con una mayoría aplastante de 54% no significa en absoluto que no vaya a tener oposición.
Sólo que, en vez de ser una resistencia externa -ante la debacle de los partidos opositores- será una reacción salida de las propias filas del peronismo.
Así, el oficialismo parece hoy volver recrear una de sus batallas clásicas: la de un ala sindical -cultora de una ortodoxia peronista- y otra de extracción universitaria, con un discurso izquierdista.
No en vano el jueves pasado, en las inmediaciones del estadio de Huracán, los cánticos insultantes que entonaron los seguidores de Hugo Moyano tuvieron un destinatario preferido: La Cámpora, esa agrupación juvenil a la que Cristina ha transformado en su gran apoyo político y a la que el líder de la CGT calificó como un grupo de "chicos bien".
Junto a las dedicatorias poco amigables para con los militantes "camporistas", los asistentes volvieron a corear una de las frases que más inquietud provoca en los oídos de la Presidenta: "Si lo tocan a Moyano, les paramos el país".
El mensaje del líder de la CGT fue bien claro. No solamente se resistirá a ser fustigado en los discursos presidenciales, sino que reclamará lo que él cree que le corresponde.
Es decir, su retribución por haber apoyado a Cristina en 2008 y 2009, cuando "las papas quemaban", en medio de una economía recesiva y con el trasfondo del conflicto con el campo.
"Si uno mira los últimos años Moyano fue consecuente. Acompañó a Nestor Kirchner sin medias tintas y siempre que se lo necesitó estuvo", destaca Alberto Fernández recordando cómo fue la relación entre el líder gremial y el ex Presidente.
"En el conflicto rural se puso a disposición del Gobierno para traer carne y se opuso a los que cortaban las rutas", recuerda.
En definitiva, Moyano cree -y lo dijo explícitamente- que una parte nada desdeñable del 54% de los votos de la reelección le pertenece. Y, como dirían los Ratones Paranoicos, ahora "quiere su pedazo".
Moyano apuesta fuerte
"Este no es el mismo líder de la CGT que jugaba a la defensiva. Estamos viendo un Moyano recargado, que ahora quiere su protagonismo político", sostiene Sergio Berensztein, director de la consultora Poliarquía.
Para este politólogo, hay que tomarse en serio su alusión a la situación política del Partido Justicialista ("una cáscara vacía", según el sindicalista) y la renuncia a su cargo.
"La amenaza de competir políticamente es muy importante, y se constituye en el principal problema del Gobierno. Lo que Moyano está diciendo es que le puede sacar a Cristina algo de ese 54%. Y que si le suma los votos peronistas que apoyaron a Duhalde y a Rodríguez Saa, está en condiciones de ser el principal referente opositor", agrega Berensztein.
En la misma línea, el politólogo Alejandro Corbacho, docente de la Ucema, destaca que lo hecho por la Presidenta de centralizar su gestión en La Cámpora es "un factor irritativo" para el líder cegetista.
"Ya había sido muy fuerte el intento de echarlo de la CGT antes de tiempo, y también lo que ocurrió en Aerolíneas Argentinas. Ahora la cosa empieza a tomar un matiz de disputa personal: Cristina hizo suya la victoria pero Moyano pide reconocimiento", observa Corbacho.
Mientras tanto, el Gobierno le hace saber al camionero lo que piensa sobre sus aspiraciones políticas: "Quiere ser como Lula, pero está muy lejos. El traje le queda grande", afirmó Hebe de Bonafini.
Lo cierto es que los analistas ven una escalada del conflicto, donde eventualmente puede verse afectada la paz social.
"Los dos creen que simplemente le están tratando de torcer el brazo al otro, pero quizás terminen chocando. Son dos personas con intereses fuertes", interpreta Marcos Novaro, director del Centro de Investigaciones Políticas.
En las actuales circunstancias, el analista ve a líder sindical con pocos incentivos como para sentarse a negociar.
"A Moyano, todo lo que no lo mata lo fortalece", grafica Novaro, para quien este conflicto trasciende una mera discusión sobre el peronismo.
El ring de las paritarias
Uno de los escenarios de esta guerra, que ya pasó de fría a caliente, es el rumbo que tomarán las negociaciones salariales.
La Presidenta está decidida a que no haya situaciones que exacerben la inflación, y por eso pide "moderación y responsabilidad".
Quien tiene claro este tema es el presidente de la Unión Industrial, José Ignacio de Mendiguren, uno de los actores políticos que se mostró más preocupado por la pelea y por el distanciamiento Gobierno-CGT.
Entre sus pesadillas está la de "no tener un interlocutor para negociar".
En este contexto, los antecedentes que ya comienzan marcar a fuego los acuerdos salariales, de cara al 2012 no son los mejores.
El Gobierno viene de vetar un acuerdo salarial para los trabajadores rurales, mientras que los dirigentes sindicales han dejado en claro que las negociaciones "no podrán tener un techo".
"Un viejo profesor siempre decía que un conflicto interno del radicalismo es un problema partidario, pero un conflicto del peronismo es un problema para el país. Si esto se agrava, puede darse una parálisis", afirma Corbacho, de la Ucema.
Los politólogos creen que, en el corto plazo, el Gobierno se beneficia con una pelea con Moyano, sobre todo ante los ojos de la clase media, que no simpatiza con el sindicalismo.
No obstante, tal situación puede cambiar rápidamente en un entorno recesivo y con una inflación estacionada en un 20 por ciento.
"Es cierto que en 2009, cuando se dio la crisis internacional, Cristina y los sindicatos se pusieron de acuerdo para moderar los salarios y evitar un problema de desempleo", observa Berensztein, de Poliarquía.
Y agrega: "No creo que eso se pueda repetir. Era otra Cristina, que se sabía débil, mientras que ahora se siente super legitimada".
Un efecto boomerang
Uno de los efectos colaterales más inesperados de la pelea entre la Presidenta y Moyano es la extraña reunificación de distintas facciones rivales en la CGT.
Sin dudas, un efecto boomerang que el Gobierno no puede celebrar, ya que, por el contrario, en su afán de desplazar a Moyano de la dirección sindical había iniciado una estrategia de seducción sobre varios sectores que podían proveer un secretario general más amigable a la gestión kirchnerista.
Sin embargo, tras el discurso del líder camionero, sorprendieron declaraciones provenientes del sector de "los Gordos" que llevan a poner en duda lo que hasta hace poco tiempo era una verdad casi asumida. Es decir, hoy ya nadie puede afirmar que Moyano se irá de su puesto en 2012.
Una de las frases más expresivas vino nada menos que de Luis Barrionuevo, el aliado de Eduardo Duhalde y líder de la CGT Azul y Blanca, quien dijo: Después de escucharlo, yo ya tengo secretario general. Y es Hugo Moyano".
Y sorprendió que luego de haberlo acusado de corrupt, haya tenido expresiones de solidaridad para con él, al mismo tiempo de que se confesó dolido por el trato de la Presidenta al camionero, por las veces que "lo ninguneó" en sus alocuciones.
Barrionuevo, que se había apartado de la CGT, comenzó a mostrar intenciones de poder avanzar en una reunificación, al igual que Roberto Fernández, del sindicato tranviario, que también abogó por la unidad de la central obrera.
"Es necesario peronizar más al Gobierno y entender que el movimiento obrero es la columna vertebral del peronismo", señaló. Y marcó su límite de apoyo al kirchnerismo: "Queremos ser consecuentes pero no obsecuentes".
Por su parte, otro rival de Moyano, el dirigente del sindicato rural, Gerónimo "Momo" Venegas, también había aludido a la posibilidad de la unidad: "Si este Gobierno quiere avanzar sobre las organizaciones gremiales y sobre las obras sociales seguramente nos vamos a juntar para lograr la unidad del movimiento obrero".
Ahí, en las obras sociales, está uno de los puntos clave que explican la repentina solidaridad de sectores que, hasta hace pocas semanas, rivalizaban ásperamente.
En definitiva, no sólo está en juego cuánto de "peronismo puro" hay en el Gobierno, sino un tema de dinero. Unos $15.000 millones, para ser más precisos.
Esa es la cifra que el propio Moyano estimó que las autoridades nacionales están reteniendo injustificadamente a las obras sociales.
Y señaló que la situación de ahogo financiero está llegando a tal punto que no hay que descartar un "default" masivo hacia los proveedores.
El capítulo de las obras sociales tiene además otro costado que unifica a todos los sindicalistas.
Todos, en mayor o menor medida, son sospechados en las causas judiciales por medicamentos "truchos" e irregularidades administrativas.
Y, si bien la liberación del dirigente bancario Juan José Zanola fue sugestiva -por haberse concretado pocas horas antes del discurso de Moyano-, no fue una señal suficiente como para que el sindicalismo como corporación haya dejado de sentirse hostigado.
¿Pelea o negociación?
La pregunta que, a esta altura, todos se hacen es: ¿qué tan lejos están dispuestos a llegar, tanto Moyano como Cristina Kirchner, en su confrontación que por ahora es sólo declarativa?
Algunos analistas creen que, a pesar de todo, la sangre no llegará al río. Para el politólogo Carlos Fara, habrá algún intento negociador si el sindicalismo toma conciencia de que el Gobierno cuenta con herramientas como para minar las bases de su poder.
"Los pueden ahogar económicamente y quitarles poder político. A la larga, el Ejecutivo siempre tendrá las de ganar. Y sabe cómo generar divisionismo entre los sindicalistas leales y los opositores".
Otros apuntan a que, en definitiva, esto que ocurre hoy no desentonará con la historia de los conflictos internos del peronismo.
"Puede venir una etapa de negociación, que tal vez no sea pública. Estas son posiciones de fuerza que se toman para luego sentarse a conversar en mejores condiciones", arriesga Ricardo Rouvier.
Sus palabras parecen ratificadas por alguien del entorno íntimo de Moyano: nada menos que su hijo Facundo, el novel diputado, quien "twiteó" algunas frases componedoras luego del furibundo discurso de su padre.
"No seamos imberbes, los trabajadores son la esencia de un Proyecto Nacional y Popular", dijo.
Tras señalar que el verdadero rival es "el proyecto financiero neoliberal", Moyano Junior expresó que, en la antinomia kirchnerismo-antikirchnerismo, "nosotros sabemos de qué lado estamos".
Por ahora, se escuchan mucho más fuerte las acusaciones que los llamados al diálogo.
Pero no hay que descartar que, una vez más, se compruebe la vigencia de la histórica frase de Perón: "Los peronistas somos como los gatos, cuando hacemos ruido, es porque nos estamos reproduciendo".
FUENTE: El parlamentario.com
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