Mal que le pese a los cultivadores del "relato oficial", la política económica del Gobierno durante 2012 no sólo no será contradictoria con las recomendaciones de organismos internacionales tan cuestionados, como el FMI, sino que parece que las mismas serán seguidas a rajatabla.
Al menos, así será en lo que respecta a una sugerencia que Christine Lagarde, directora gerente del FMI, les hizo recientemente a los países "emergentes", ante las sombrías expectativas que esperan a Europa este nuevo año.
"Lo que estamos diciendo a los países emergentes es que tengan cuidado con lo que está ocurriendo actualmente en las economías desarrolladas", advirtió nada menos que la directora del organismo.
No sólo eso, además les recomendó explícitamente "asegurarse de tener las reservas suficientes y la resistencia necesaria para afrontar la tormenta que se viene".
La francesa puede tener varias objeciones a la política económica argentina. Pero si de algo no puede quejarse es que el Gobierno K no haya puesto manos a la obra para seguir su consejo.
Es que la nueva etapa bautizada por Cristina Kirchner como de "sintonía fina" tiene, como uno de sus objetivos centrales, justamente ese: maximizar las arcas del Banco Central, conciente del vendaval financiero que azotará al mundo y con precios de materias primas que esta vez no ayudarán al país como antes.
El temor que genera el escenario que viene quedó plasmado en las propias palabras del flamante ministro de Economía, Hernán Lorenzino, cuando se refirió al tema de la siguiente manera: "La crisis de 2008-2009 y esta crisis, que no se termina de solucionar en Europa, demuestran que hay que prepararse para cuando lo que venga de afuera no sea bueno".
Y anticipó que uno de los objetivos centrales del Gobierno será el de encontrar mecanismos para "desacoplar" a la economía local de lo que le espera al mundo desarrollado.
Si se repasa lo actuado por el Gobierno K durante el "último gran golpe" recesivo mundial (2008-2009) se encuentran pistas muy claras para anticipar qué hará el Ejecutivo.
En aquella oportunidad amuralló las fronteras para impedir el ingreso de productos importados y luego salió a celebrar con bombos y platillos la buena noticia de que la Argentina -en pleno vendaval financiero- había alcanzado una cifra récord para su balanza comercial (u$s17.000 millones como saldo de exportaciones menos importaciones).
Al Ejecutivo, tales festejos le rindieron con creces. El haber dado pelea a la crisis de esa forma, como una manera de proteger el empleo de los argentinos, le sirvió para ganar la "batalla cultural" -discurso a discurso- y contribuyó a que obtuviera una victoria aplastante en las urnas.
"Si antes nos fue bien de esa forma, ¿por qué tendríamos que cambiar ahora?", afirmó a este medio un funcionario k cercano a la Rosada, con la respuesta en el bolsillo.
Más allá de proteger los puestos de trabajo existe otra razón de fondo, que obliga al Ejecutivo a cerrar sus fronteras a una gran cantidad de productos que llegan del exterior: "cuidar la caja de dólares" para enfrentar lo que viene.
Sin embargo, la cosa no pinta fácil habida cuenta de que, a la vez, deberá cumplir con varios objetivos:
- Hacer frente a la compra de dólares de los argentinos, que si bien se redujo tras el cepo cambiario se mantendrá en valores considerables, fogoneada por un billete verde que se irá abaratando mes a mes por la inflación y por las subas salariales que correrán por encima.
Importar los equipos que necesitan los empresarios para agrandar su capacidad instalada y los insumos que requiere la industria nacional para sus líneas de ensamblado.
- Comprar los recursos energéticos (sobre todo gas de Bolivia) ante la pérdida de autoabastecimiento local.
- Contar con fondos para hacer frente a las obligaciones financieras externas por u$s5.700 millones.
- Disponer de reservas adicionales para financiar parte del gasto público.
- Contar con un respaldo lo suficientemente grande de la base monetaria como para poder hacer frente a corridas especulativas contra el peso.
Más agujeros, menos parches
De manera que una de las preguntas clave para el año que se inicia es si el Gobierno se hará de la cantidad de dólares necesaria para cumplir con todos estos objetivos en forma simultánea.
En las últimas semanas, los funcionarios rebosaron optimismo. Y es que encontraron razones de sobra, ya que luego de tener que hacer frente a una salida de capitales récord en octubre (cerca de u$s4.000 millones) lograron moderar la fuga y, además, el Banco Central volvió a engrosar sus reservas (en diciembre se hizo de unos u$s2.000 millones).
Sin embargo, entre los analistas no reina el mismo optimismo.
Es que consideran que este cambio de tendencia fue pasajero, ya que obedeció a una mezcla de factores estacionales, entre los que mencionan:
- La mayor demanda de pesos por parte de empresas para el pago de aguinaldos.
- El mayor requerimiento del público en general, para las compras navideñas y gastos vacacionales en la costa argentina.
- La presión oficial para que las firmas exportadoras liquiden sus divisas y las importadoras retrasen sus compras de billetes verdes.
Como contrapartida, encuentran factores de tipo "estructural" que -a diferencia de los anteriores- hacen pensar que el Gobierno está lejos de relajarse y de proclamarse vencedor en su batalla contra el dólar.
Uno de ellos es su alta dependencia al precio internacional de la soja que es, justamente, el producto que más caja verde le aporta al país.
A esto se suma el problema de la sequía. Se estima que, de mantenerse el problema climático, se dejarían de producir entre 10 y 12 millones de toneladas de maíz y soja, lo que implicaría una merma en la entrada de divisas de u$s4.000 millones.
La caja verde y la "otra cara" del yuyito a China
Por lo pronto, un dato que mira con atención el Gobierno es la cantidad de divisas que quedarán en caja, entre todo aquello que la Argentina vende al mundo menos lo que compra.
Y este saldo, lejos de agrandarse, tiende a contraerse. Al respecto, cabe recordar un dato, del que diera cuenta iProfesional.com, en relación al "mito" de la soja china.
En efecto, existe la creencia de que el gigante asiático aspira gran parte de lo que el país vende al mundo bajo todo concepto. Sin embargo, según cifras oficiales, sólo representa el 7% del total.
En tanto:
Brasil -principal destino comercial- le compra al país 3 veces más (21%).
Y la Unión Europea es el segundo mayor destino para los productos albicelestes (17%).
Es verdad que China adquiere relevancia porque es quien fija el precio del yuyito a nivel mundial. Pero también es cierto que Argentina está muy expuesta a un descenso en las compras de Brasil o del Viejo Continente, ahora sumergido en una profunda crisis.
En lo que respecta estrictamente al "yuyito", el 80% de lo que sale de los campos argentinos encuentra otro destino, que no es justamente el país oriental:
En este escenario de crisis global, la consultora Econométrica, dirigida por Mario Brodersohn, prevé que de los actuales u$s11.000 millones de saldo positivo se pase a uno de u$s8.000 millones.
Para el economista Miguel Bein será menor, de u$s7.000 millones, en tanto que Tomas Bulat lo proyecta en u$s5.000 millones.
Si se considera que sólo el déficit energético se duplicará en 2012 (marcando un rojo de u$s5.000 millones) se puede tener idea de la magnitud del problema.
Una obsesión cuestionada
El Gobierno es el primero que sabe de antemano las dificultades con las que se encontrará para estimular la economía mediante la expansión del gasto.
"Ni el Banco Central ni la Anses estarían en condiciones de continuar aportando fondos al fisco. O al menos, no a un ritmo tan fluido como el de los últimos años", advierte el consultor Federico Muñoz.
En relación a esta última entidad, el analista destaca que los fondos previsionales ya no podrán jugar un rol tan protagónico, habida cuenta que un 75% de los mismos están afectados a títulos públicos y a acciones que se desvalorizaron durante 2011.
En otro orden, una estimación realizada por Nadin Argañaraz, revela que las cuentas estatales cerrarán el año con un "rojo" de $48.000 millones, sumando el déficit fiscal más las necesidades de la deuda pública.
¿Cómo se financiará el Ejecutivo? En medio de este complejo panorama de números en rojo y faltante de cifras en verde hay, sin embargo, una solución en la que todos piensan pero se cuidan de no mencionar en público.
Y es acelerar el ritmo de suba del dólar, para que ese menor flujo de billetes verdes rinda más a la hora de tener que pagar compromisos internos (sueldos del sector público, por ejemplo).
Desde la vereda cercana al oficialismo, el economista Eduardo Curia advierte con una sugestiva frase: "No hay que engolosinarse con el dólar clavado".
Señala que un tipo de cambio atrasado no sólo complica a la industria sino que, además, hace que la política de sintonía fina "se estrese".
Por su parte, Ramiro Castiñeira, analista de Econométrica, cuestiona el hecho de que el Banco Central "dejara de defender el tipo de cambio para hacerse cargo de cubrir el bache fiscal, además de los pagos de la deuda pública".
Y hace una predicción inquietante: que la escasez de dólares ponga al país "en la puerta de un nuevo ‘stop and go'", tal como se conoce al tradicional ciclo argentino de intercalar períodos de expansión con otros de estancamiento.
La solución "a lo Moreno"
Ante ese panorama complejo, resulta claro hacia dónde apuntan las esperanzas del Gobierno: a la eficacia de Guillermo Moreno, el "ministro de la sintonía fina", quien tendrá la complicada tarea de maximizar el ingreso de dólares y minimizar su salida.
En el corto plazo ha tenido éxito en llevar la calma al mercado cambiario, gracias a la "mano dura" con la que trató a los operadores del dólar blue y a la presión para que las empresas no giren sus utilidades al exterior.
Se descuenta que, tal como ocurrió en 2009, se intentará mejorar la balanza comercial con otro fuerte cierre de importaciones.
Pero esta vez las cosas lucen más complicadas: en aquel momento la mayoría de las compras eran artículos de consumo. En cambio, hoy existe un fuerte componente de importaciones de energía, difíciles de bajar.
Habrá, además, otro objetivo complicado para Moreno: lograr que la "paz cambiaria" se mantenga todo el año, sin nuevos episodios de corridas en la city. Algo que los analistas consideran improbable.
"El anhelo de dolarización del sector privado está tan vigente como antes, sino más", sostiene Castiñeira.
En la misma línea, Bein afirma: "Este pseudo equilibrio cambiario es factible por la implementación de los controles, a pesar de que éstos no constituyen una señal positiva para abrir el crédito al sector privado".
En definitiva, no sólo habrá dificultades para hacer que las cuentas cierren, sino que también hay un gran desafío para el Gobierno: lograr que los argentinos sigan consumiendo sin volver a pensar en los dólares.
En el corto plazo, "Moreno lo hizo". Pero en la Argentina, el corto plazo termina muy pronto, y los años complicados pueden hacerse muy largos.
Como dijo la directora del FMI, hay que prepararse para lo peor, y si se tienen dólares a mano, los inviernos son menos duros.
FUENTE: IProfesional.com

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