Para determinar la productividad empresarial y de cualquier tipo de organización, es esencial diferenciarlos, ya que cualquier error conceptual repercute directamente en el resultado de las acciones.
¿Se deben hacer las cosas con un mínimo de recursos para lograr un rendimiento máximo? ¿O es posible hacer las cosas bien para alcanzar el resultado deseado? Son dos polos sutilmente distintos.
Yendo más profundo, te invito a reflexionar: ¿el hacerlo en forma eficiente, o eficaz, lleva al mismo estado interno de las personas?
Lo sutil tiene un gran impacto
Cuando las personas se refieren a calidad total y al concepto de excelencia, usualmente confunden los términos, como si fuesen sinónimos. Y no lo son.
La eficacia, según el diccionario, es la capacidad de lograr un efecto deseado o esperado. De esta forma una persona tiene rasgos de ser eficaz cuando logra hacer una tarea u objetivo que se ha propuesto.
La eficiencia, nuevamente en las páginas del diccionario de la Real Academia Española de la lengua, dice que es “la capacidad de disponer de alguien o de algo para conseguir un efecto determinado”. Entonces, concluimos en que se es eficiente cuando se alcanzan los objetivos y tareas con los recursos a disposición, sin aumentarlos o incrementar gastos.
Como se ve, la diferencia semántica del diccionario radica en un único punto: el aprovechamiento y optimización de los recursos.
Hay otros aspectos esenciales que complementan la diferencia entre eficiencia y eficacia. Sabemos que un profesional es eficaz cuando puede cumplir con las tareas que se le asignan. Sin embargo, esa persona también será eficiente si es capaz de realizar la tarea con los medios que tenga a su disposición, a pesar de que éstos sean limitados. La gestión de recursos es esencial en cualquier tipo de organización: desde empresas privadas y públicas, gobiernos, organizaciones no gubernamentales y escuelas, por citar ejemplos.
Sin embargo, hay un rasgo muchas veces desconocido por los teóricos del management y la gestión organizacional, que es el estado interno de las personas, su involucramiento emocional. En momentos en que se debate el rol de los seres humanos frente al futuro del trabajo y su eventual reemplazo por robots y la inteligencia artificial, esto marca una gran diferencia.
El involucramiento emocional -palabra a la que las empresas temen y los gobiernos terminan temblando-, es el eje central de la satisfacción y la gestión del compromiso y la responsabilidad.
Entonces, en la eficiencia, la persona por lo general hace una tarea, que bien podría realizarla cualquier otro con similar o mayor éxito.
En la eficacia hay algo más que mueve esa energía: es el involucramiento emocional. Por lo general, las personas eficaces se sienten satisfechas generando el resultado que se espera de ellos, y, además, sienten esto en sí mismos. Se produce una entrega más abarcativa y no sólo operativa (“hacer las cosas”), sino que involucra al Ser en su sentido más profundo. Aparece el sentido de logro; se plasma más profundamente el propósito del equipo; y hay, como resultado, una mayor satisfacción personal al cumplir las metas.
He aquí, entonces, donde radica desde el punto de vista motivacional del ser humano, la gran diferencia entre eficiencia y eficacia.
¿Dónde te colocas tú frente a las tareas? ¿Simplemente haces porque te lo ordenan? ¿O eliges marcar una diferencia, hacer las cosas, y, a la vez, sentirte satisfecho por el resultado? De esto depende en gran parte tu sentido de pertenencia, el placer y el propósito de estar haciendo las cosas con un legado mayor que aparece desde tu parte de involucramiento y acción.
Fuente: www.danielcolombo.com
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